![]() |
![]() |
![]() |
||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
|
![]() |
||
![]() |
||
![]() |
||
![]() |
![]() |
|
![]() |
||
![]() |
![]() |
TVGIRL
La dejo su madre cuando pequeña. A ella, a sus dos hermanos mayores y al marido de la misma, que no su padre. Años después se metió en el mundo de la televisión y realizó algunos spots publicitarios, presentó un programa infantil regional y se comió tanta cocaína que le sangraron las pituitarias rojas y amarillas. Ella no lo sabía pero fue realmente buena, es decir, estaba buena, como un tren que decimos los hombres ferroviarios, y además resultaba interesante verla frente a la cámara, distendida y suelta, como si hubiese nacido en un plató. Se movía mágicamente, acertando siempre al golpe de piloto, giraba en su silla 90º y perforaba la pantalla. Con sólo quince años rompía braguetas. A las mujeres le caía bien por su desparpajo y elocuencia, no había invitado que se resistiese, el guión era lo que debe de ser, una "guía". Sus preguntas al realizador eran continuas, - ¿publicidad Ramón? Ja, ja, ja, que va, que va... se me ha ido el santo al cielo¡¡ -decía- ¿ramón la actuación musical es ahora no?, y cosas así, era muy buena. Por las noches salía con los directivos, a tomarse copas, porque le iba el rollo y eso, hasta la madrugada, a las tres en el plató, con un buen desayuno y unos buenos trallazos resplandecía nuevamente, la Ava Garden tinerfeña decía los cabrones. Pasó año y medio en televisión, cubriendo varios espacios televisivos y terminando por enfermar del todo, claro. En verano conoce a un tal Angel Truyenque, el cual le hace una oferta cuanto menos interesante. Seis meses de contrato, (renovables por tres años), un ático de lujo en el centro y doscientas cincuenta mil pesetas mensuales. A lo largo de esos seis meses se grabaría un programa piloto, perfectamente diseñado a su perfil, con el mejor equipo técnico y humano, con el fin de lograr una excelente tarjeta de presentación cara a la televisión nacional, es decir, Madrid. Sí al cabo de ese periodo, Madrid no responde, se restringe dicho contrato y santas pascuas. Elen se quedaba con lo puesto y con lo vailao, un millón quinientas mil pesetas. Estaba la cosa bien pintá, pero Angel Truyenque era, además de directivo publicitario de varias cadenas regionales, un chapero cocainómano. A Elen no le gustaba, pero le ponía de todo, es decir, el material, lo primero, luego todo lo que conlleva el vivir bien, coches de alquiler, choferes, compras tiendas, etc... Cumplió lo dieciséis años dejándose follar por Angel Truyenque. Estaba algo colocada, y no se percató de ponerse la lencería que le envió por mensajería, estaba guapa pero le falló el juego de medias y corpiño blanco que le envió aquella misma mañana. Al entrar en el ático Angel la observo de pies a cabeza, había transcurrido mes y medio del acuerdo, le pidió que se diese la vuelta, pare verle el chulo y los tacones, Leen lo hizo torpemente, estaba realmente colocada, se comió toda la dosis del día por la mañana y una botella de fino, no había probado bocado, sólo esperaba la llegada de Angel con algo más de material, y se giró torpemente, Angel le pegó una tremenda patada en la espalda, Elen no tenía fuerzas ni para gritar, se desvaneció en el suelo como una bocanada de humo, Elen era pequeñita, una copa de champan decían los del entorno... una copa de champan vacía. Angel Trullenque llegó hasta el balcón, sacó del bolsillo interior de la americana su tubo plateado lleno de polvo y lo introduzco en la nariz con un brusco y salvaje movimiento. Desquiciado corrió hasta la esquina del salón donde aún permanecía tumbada Elen, la levantó medio metro del suelo con otro puntapié de su bota de piel marroquí. Se arrodilló para escupirle. Sacó la polla y meó su espalda. Le gustaba el coñac seco, de un trago se lo lanzó, volvió a sacar su tubito plateado y mientras subía la cremallera, ninfó ruidosamente. - Ponte algo bonito, algo de puta, ya sabes lo que me gusta. No me hagas esperar Elen.- La pequeña niña intentaba respirar, los golpes le habían roto algo, pero el dolor más intenso provenía del tobillo, al caer pisó mal, los tacones eran muy altos y se partió las ligaduras musculares, se arrastro hasta el dormitorio y se puso un top de cuero, y una falda trasparente con abertura lateral hasta la cadera. Regresó al salón y Angel ya no estaba. Quiso lanzarse por el balcón, quedaba algo de coñac aún en la copa, lo trago convulsivamente y vio la puerta de salida entreabierta. Una vez en el pasillo se lo encontró en la escalera limpiando su nariz, con un vómito entre los pies, un vómito amarillo claro desagradable, estaba concentrado en la rascadera de napias, Elen intentó meter mano a la chaqueta, en busca del divino tubo venenoso, pero tropezó con los peldaños golpeándole el rostro, - ¡¡aaaaa, ya estas aquí zorrita, no has tardado mucho, no has hecho esperar demasiado a tu cabrón, me gusta tu culito de puta guarra, jajaj!!.- Decía el tío, sin parar de rascarse. La levantó del suelo por sus largos cabellos, y le dijo. - Vamos a comer algo, camina... - Cojeando dolorida, borracha y sin parar de sollozar se aproximó a la escalera para sentir un fuerte golpe en la espalda, rodó escaleras como muñeca de trapo usada, se llamaba y creo que lo sigue haciendo, Elen Hamilton, María Candelaria Alayón en el DNI. ¡Feliz cumpleaños! leíase en la tarjeta adjunta al ramo de rosas blancas. Antes de cumplir los diecisiete buscaba a su padrastro por los muelles de la capital, aún era su tutor legal y el banco le exigía el cumplimiento de una deuda que ascendía a cuatro millones de pesetas. Todos los gastos de aquella traumática experiencia corrieron a su cuenta y cargo. La había timado bien del todo, el contrato rescindió a los seis meses, y el compromiso legal que mantuvo con D. Angel Truyenque finalizó, las doscientas cincuenta mil mensuales nunca las olió, un gestor amigo le aconsejó no meterse en juicios ya que la empresa contratante desapareció por quiebra. Toda la pasta salió de un crédito personal que había solicitado bajo el consentimiento y amparo de su tutor. El mismo personaje que ahora buscaba endemoniada por los muelles de la capital. Respondía al nombre de Rosario G..., trabajaba como mozo de carga-descarga, era un verdadero alcohólico. Al dejarlo su mujer, se hundió del todo, desatendió a sus hijastros y al cabo de unos años desapareció una larga temporada. Desaparecieron también sus hermanos. Y allí estaba Elen Hamilton, la de la tele, la copita de champan, entre los enormes containers de mercancías rumbrientos, impregnada por el olor a sal y gasoil del muelle Sur. Después de unas breves preguntas y soportar las barbaridades que una chica preciosa puede despertar en un sitio así, se encamino al bar-movil "La Candelaria". Una furgoneta Mercedes azul a un lado de la larga y ancha vía, con las letras pintadas a brocha muy desgastadas ya por la humedad y el tiempo. Dos negras atendían el negocio, anchas y sobrantes de todo, bebiendo ron y fumando puros, dos hermanas, una sorda, la pequeña, esa no fumaba pero bebía por las dos. Elen pidió café, y le sirvieron el peor café que probaría jamás, la negra la miraba pero ella no pudo sostenerla. Conocían a Rosario. Le comentaron que ese día libraba, Elen dijo ser su hijastra y que por favor le dijesen como poder localizarlo. - Mira niña, - le dijo la hermana sorda. - Si buscas ayuda de ese cabrón pierdes el tiempo, no es mala persona pero Rosario hace ya muchos años que solo espera la muerte, ¿sabes?, No es un mal hombre, tiene hasta buenos sentimientos, pero me temo que no hará nada por ti, ¿Sabes?. Espera tan sólo que la muerte venga a llevárselo en su barquita de bronce.- Elen se esperaba algo así, pero insistió, no podía hacer otra cosa, esperaba alguna contestación, se había sentido totalmente abandonada muchas veces pero jamás lo había aceptado de aquella maldita manera. El Hostal Sangai estaba al final de la avenida. Era una calle con baldosas de piedra irregulares, la tarde ya se pronunciaba horizontal, los faroles encendían y el Hostal Sangai surgió de las sombras con un semblante extremadamente triste. Detrás de la puerta despintada y corroída por el salitre una cortina de cuerdas de colores muy sucia daba paso al interior de la recepción, que no era otra cosa que un bar mugre y hostil. Elen llevaba un vestido color hueso, no muy corto creando volanderas gráciles al andar, y Elen sabía andar. Dos marineros y otra negra enorme tras la barra, en una esquina el cuadrante de llaves para las habitaciones. Una vez en la barra entraron dos enormes negros hablando africano que no sólo callaron inmediatamente al verla, sino que quedaron paralizados.- ¡¡ooh, my ángel!!.- Dijo uno de ellos. Los marineros se alzaron y franquearon ambos lados de la pequeña Elen, uno de ellos la agarro suave por la cintura, y el otro le invitó a un cigarro. Los negros se colocaron al otro extremo sonriendo entre dientes. Elen llamó a la negra con un gesto, y todos rieron a carcajadas, Elen no entendía nada, y aunque aterrada intentó mantenerse en su sitio, la negra vino, y el marinero le agarró las nalgas. Coloco los codos sobre la barra y se inclinó hacia delante sin inmutarse, el marinero se cogió fuerte los cojones y siguió sobándole el culo, luego Elen preguntó a la negra por Rosario. Uno de los negros al extremo de la barra le saco la lengua pasándosela por sus hermosos labios violeta oscuro y Elen se paso la lengua por los suyos, sabía lo que hacia. Después de saber el número de la habitación le susurro al marinero - te espero arriba cabrón, te la voy a mamar asta que revientes en mi boca, busca cinco mil y fóllame.- se alejó taconeando hasta el otro extremo de la barra, de donde partía la escalera hacia las habitaciones y donde los negros bebía ron. Caminaba hacia ellos con una sonrisa lasciva, el negro se puso en pie, estaba bastante colocado y todos escucharon claramente lo que Elen le dijo al oído.- I Wanna fuk you.- se lo dijo subiendo las escaleras y momentos después, una vez pasado el umbral, escuchó ruidos, insultos y golpes. La segunda planta del Sangai la formaba un lúgubre pasillo oscuro con seis puertas a cada lado, en la ocho estaba Rosario, habrían pasado diez años desde la última vez que lo vio. Ella estaba en la cocina de una vecina, desayunando para ir al colegio y entro un hombre dando tumbos, con barba gris y uno granos rojos en la cara que lo hacían despreciable, abrió la nevera, cogió una lata de cervezas y salió por donde entro. Al quedarse a solas con la vecina le preguntó quien era aquel señor, la vecina, sin mirarle a los ojos dijo que un amigo de su madre. Esa fue la última ver que vio a su padrastro, luego desapareció. La puerta estaba abierta, entro despacio y nerviosa porque la habitación estaba a oscuras y sólo se escuchaban unos quejidos débiles, no estaba con ninguna chica, eran gemidos de dolor, se acercó hasta la cama y se arrodilló, encendió una lampara amarilla y vio aquel rostro, no lo recordaba, los granos se habían convertido en pequeños cráteres profundos con una especie de pus en su interior. Se quejaba en sueños con las dos manos en la cabeza. Elen lo movió suavemente, casi con cariño, realmente no tenía nada contra él, la había abandonado pero a él también, no era su padre, nunca supo que había pasado para que ocurrieran las cosas así, ni le importaba lo más mínimo, pero no le gustaba ver aquella especie de bestia sufrir por un mal sueño y quiso despertarlo. Rosario abrió los ojos. Fue entonces cuando Elen vio los ojos más bellos de toda su existencia. Unos cálidos y hermosos ojos verdes que llenaban toda la estancia. La expresión de aquellos ojos poco a poco fue recobrando realidad. Se quito las manos de la cabeza y sus ojos sonrieron tibios. .- ¿Eres tú?.- La niña movió la cabeza afirmativamente.- ¿Tú, María Candelaria?. - Si soy yo, vengo a hablar contigo, pero tenemos que irnos enseguida.- La expresión de Rosario, aún tumbado en el camastro, tomó forma de interrogante. - Hay unos hombres ahí abajo que van a matarme. - Cierra la puerta. - La niña lo hizo, al volver a la cama, Rosario se había incorporado, era un anciano. El alcohol le había aumentado diez años más, aún así se veía un hombre corpulento. - Abre la ventana. - Esta abierta - ¿Hay una escalera? - Sí - Baja, pero no llegues hasta la calle, hay una ventana a mitad del tramo, entra por ella a esa habitación. Elen empezaba a sacar sus preciosas piernas cuando Rosario le preguntó.- ¿Cuantos son? - ¿Qué piensas hacer?. Se percato de que el viejo no pudo evitar mirar con sexo sus piernas. - Dime cuantos son y baja - Cuatro o dos, depende.- Y Salió por la venta no sin antes mirar atrás y verlo allí, contemplándole el trasero. Pensó que al igual le recordaba al de su madre. Bajar aquellas escaleras de incendio con zapatillas de tacón era bastante peligroso pero el miedo y lo extraño de la situación la apresuraban y se resintió del tobillo que aún tenía roto. Rosario por su parte, salió tranquilamente de la habitación y se encontró a los dos marineros bastante castigados. - - ¿Dónde esta esa nena viejo?. - - En la ocho, pero... amigo es cosa fina eh¡¡ - .- Síííí, desde luego que sí viejo, no es de aquí, no la habíamos visto nunca. - .- Ni la volverás a ver si no la tratas como lo que es, una reina. - .- ¿Que me quieres decir Rosario? - - Mírate chico, estas lleno de sangre, apestando a mierda, pásate por el lavabo y ponte un poco presentable, además acaba de despacharme, déjala que respire, que se arregle, ya sabes... Sí la cuidamos la tenemos para siempre en el Sangai, ¿merece la pena no? - - oh!!! Viejo, viejo, tú si que sabes carbón, descuida lo haremos a tu manera Rosario - -Adiós - -Adiós, una cosa viejo... ¿Su culito como está? - -Miel de palma amigo, miel de palma Elen fumaba nerviosa, había transcurrido bastante tiempo, no se podía imaginarse al viejo borracho pegándose con aquellas bestias. Meditaba su estupidez, nadie podría sacarla del infierno, iría a la cárcel, cuatro millones de pesetas era mucho dinero, prostituírse era la única salida que veían sus ojos, ya lo había hecho una vez y fue eso lo que la había llevado al desfiladero. Rosario entró y alzó sus manazas curtidas diciendo, - Listo, pero vámonos volando nena. Elen se dirigía a la ventana pero rosario la cogió por al brazo y juntos salieron por la puerta de la habitación, recorrieron un pasillo oscuro y salieron por una puerta trasera que daba a los containers del muelle, caminaron unos metros hasta el coche y se fueron sin demasiados ruidos. En el trayecto a ninguna parte Elen le contó su situación, le acusó de haber firmado el contrato como tutor, y de haber permitido aquella injusticia, el crédito personal con el banco y toda esa mierda. Rosario dijo no acordarse, que lo sentía, que estaba enfermo y que aquellos hombres parecía honrados. Él era consciente del éxito televisivo de Elen. ¿Qué podía ofrecerle él, un borracho enfermo? Pensó que lo adecuado sería dejar en manos de aquellos señores el porvenir de María Candelaria. - Además nena.- Le dijo con lágrimas en los ojos- Yo no sé leer. Subían por las ramblas de la ciudad, llena de altas palmeras y vacías a esas horas de la noche, en silencio, fumando. La chica sintonizó una cadena de radio musical, y se puso una buena raya de farlopa, sacó del bolso una pequeña petaca y se la pasó a Rosario el cual la devoró. Le dio las gracias y se la devolvió. Elen se la regaló. Pararon en un bar de cartera. Formaban una pareja pintoresca. Elen no podía dejar de resultar bella joven y hermosa, y Rosario viejo, borracho y enfermo -Dicen que estas esperando la muerte- El viejo sonríe. -Creo que es lo único que aún no he visto, ya es curiosidad - Se rieron y bebieron ron y comieron perritos calientes con mucho de todo. Elen tenía mucho dinero en la cartera y le pidió que se lo guardara Rosario. Estaba algo colocada y los bolsos se olvidan a menudo. Cogieron la autopista sur, habían decidido tomarse copas a lo largo de los bares que se fueran encontrando. Rosario pidió no hablar de lo ocurrido entre él y su madre, a lo que Elen dijo no querer saber ni importarle. - -¿Me parezco a ella?- -Tu rostro no, saliste a tu padre -El cuerpo sí ¿no?- Lo dijo con picardía fémina. -Sí bastante. -¿Las piernas?- Y se levantó el traje sobre los muslos y luego cruzándoselos. -Son aún mas hermosas pequeña -Me gustan los viejos, que edad tienes.- Rosario se rascaba el cuero cabelludo y buscaba una señal de gasolinera apresurado. -¿Que edad tieeeeenes? -Podría ser no sólo tu padre sino también tu abuelo. -yaaaaaaa, pero cuantos años -Sesenta y dos -Dioooooooooooos¡¡¡¡¡¡ cuantos años -Tú tendrás unos veinte o algo así, es que no lo recuerdo ya sabes, la bebida y los barcos... -jajajaja, ¿cuántos? Jajaja, a final de mes diecisiete, cariño. Jajajaj. -Uf, estas hecha una hembra completa. Elen le bajo l cremallera y empezó a mamársela muy despacio. Le chupo los huevos y le acariciaba la entrepierna. Rosario quiso morir de alegría. Pararon a un lado del arcén, Rosario pasó a asiento de atrás y Elen aún delante, empezó a jugar con la palanca de cambios mientras, se montó sobre ella y se la introduzco un poquito mientras se rozaba los pezones. Se reía, le apetecía ver feliz al viejo, mientras espera su muerte, pensaba, tendrá este recuerdo para siempre. Una vez montada sobre él veía las luces de los coches aproximarse lentamente para luego pasar como obuses a su lado, haciendo el ruido moscardón, y así uno tras otro mientras Rosario gemía, agarrando sus nalgas, ella pensaba en como salir de aquel acantilado tan frió.